Un recuerdo.

En estos días, después de hablar con mi papá por teléfono, recordé una situación que pasó hace unos dos o tres años. Podrá sonar un poco soso y quizá hasta ingenuo viniendo de un hombre 22 años, pero creo que ese día fue cuando realmente  me dí cuenta que era un adulto, que la vida era verdad y que desgraciadamente tendría que seguir las lógicas de esta sociedad.

Verán, después de una temporada fuera de mi pueblo y mi casa, volví. Estaba en mi cuarto tirado en la cama leyendo,después de un rato salí a las sala, la puerta de la habitación de mis papás estaba entreabierta y pude ver a mi papá acostado en la cama; en ese momento recordé cuando era niño y entraba al cuarto de mis papás precisamente a jugar con mi papá, el recuerdo más claro que tengo de esos momentos es cuando entraba a la habitación corriendo y le agarraba la nariz a mi papá, yo era un niño pequeño y mi mano era tan pequeña que cuando la acercaba a la cara de mi papá solo cubría la nariz.

 Después de regresar a mi cuarto y pensar en cuando jugaba con mi papá siendo niño dibujó una sonrisa en mi cara, quizá porque siempre he encontrado más felicidad que tristeza en la nostalgia. Pensé en volver a hacerlo, en ir a la habitación de mi padre, sentarme a su lado y agarrarle la nariz una vez más. Me levanté de la cama y fuí a la habitación, después de un rato de conversa y duda me decidí a hacerlo; sin aviso alguno extendí mi brazo con la mano abierta, y en mi credulidad pensé que iba a pasar lo mismo que antes. La heterotopía fue brusca, pues fue darme cuenta que mi mano no sólo cubría la nariz sino gran parte de la cara de mi papá; por unos segundos quedé fuera de mí preguntándome qué había pasado si seguí todos los pasos al igual que antes. Mi mano ya no era la de un niño.

Comentarios

  1. Muy fuerte, Brandon. Que el tiempo pase está garantizado; que, por otro lado, nos despertemos del letargo con pruebas de realidad tan descarnadas, parece un tormento. Pareciera que el tiempo se afana en hacernos saber que YA NO somos, ni seremos, con el engaño de la esperanza. Ni los huesos, ni las articulaciones, ni la memoria misma es igual. La vida se encarga de desfigurarlo a uno antes de matarlo.

    El asunto estaría, de todas formas, en reconfigurar la esperanza desde nuestra forma de habitar el mundo con nuestras proporciones.

    Hay algunos etrores de sintaxis, pero en general, se entiende el sentido. Gracias por compartirlo.

    Saludos,

    Helena.

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